Normalmente Pulpofrito no es lugar más adecuado para conocer juegos indies de esos que ahora están tan de moda. De hecho es gracias a nuestros amigos de Haciendo el Indie que los vamos conociendo un poco más debido a su gran labor en cada entrega del Retropulpodcast. Pero aunque no seamos grandes conocedores del mundillo sí sabemos apreciar una cosa bien hecha y, sobre todo, divertida.
Un buen ejemplo sería Shovel Knight, un título que nos arrancó más de una lagrimilla y nos hizo derramar semen hasta las rodillas. Pues bien, personalmente creo que en esa misma liga juega Hassleheart, el juego que nos ocupa hoy.
Para servidor fue una grata sorpresa en la pasada Madrid Games Week y desde entonces llevo jugando. Como ya comenté fue de lo mejor del madrileño evento y me parece fascinante como un proyecto tan sencillo y modesto puede dar tanto. Ojo, sencillo y modesto en cuanto a repercusión mediática y presupuesto, of course. Que como digo en todo lo demás se mea en muchas otras vacasagradas del ahora pujante movimiento indie gamer…
Quizá debo reconocer también que el hecho de que ahora veas cualquier mierda rollo retro (bites, soniquetes gameboy, pixeles…) y sean pajas con alhajas me suele escamar más que otra cosa. Sí, ya sabéis, parece que si viene envuelto en retronostalgia ya es poco menos que una belleza inconmensurable y una obra maestra. Con esta bandera nos han colado más de un nabo. Y no me refiero al frutero.
Otro punto a tener en cuenta es que lo que más juego son arcades viejunos y rancios. Tengo ahí muertas de risa las consolas de nueva generación (o actual o yo qué sé como llamarlas ya) y las uso lo justo. Francamente son mis hijos los que más las aprovechan y me parece genial, porque también jugamos a juegos de los de antes en familia. RetroHamor del bueno que diría alguno.
Y es aquí donde entra HassleHeart. Un juego que huele a rancio, viejuno y adictivo. A bolsas de monedas quemadas en nombre de algún Dios de lo Antiguo. Ya sabéis. Me refiero a ese tipo de arcades en los que te sentabas con tu taburete, echabas una moneda y morías. Te sentías poco menos que un chicle pegado bajo un pupitre y más inútil que un diente de goma pero metías tu mano en el bolsillo y, tras rascarte la entrepierna, sacabas otra moneda y ADELANTE!!
Tienes que aprender jugando, perfeccionando, afrontando un reto, dominando y respondiendo. Evolucionando. Esto que parece algo totalmente básico e inherente a cualquier videojuego no lo es tanto. Parece se ha olvidado. Y os aseguro que en este HassleHeart tenemos mucho de eso.
No necesitamos un argumento realmente enrevesado y con giros de tuerca súper elaborados. Eso no se llevaba. Aquí es poco menos que una excusa para la acción (como rescatar a una princesa de un castillo dominado por tortugas y setas, acabar con una invasión alienígena o acabar con un bandolero… ¿Para qué más?). Simple y llanamente somos un robot que quiere vivir. Si se detiene o duda deja de existir. Su batería tiene fecha de caducidad y necesita cargas. Y a ello vamos.
Los aumentos de energía vital deberán ser robados, literalmente, de los corazones de los pobres desgraciados que nos encontremos. Debemos arrancar de sus pechos tan romántico órgano de manera traicionera y taimada: colocando trampas que los atraigan para así despistarlos. Hecho esto tan sólo debemos arrebatarles la vida para alargar la nuestra. Hipster, frikis, gordacos… son varios los estereotipos de los ciudadanos de a pie que nos encontraremos y varios también los cebos con los que atraer su atención.
No todos los objetivos cederán por ejemplo a un iPhone en el suelo o a una bolsa de comida rápida. Cada personaje tiene su punto débil y por supuesto si nos acercamos a ellos antes del momento justo huirán de nosotros como oveja que lleva un cowboy salido. Así antes de alojar la trampa debemos acceder al ítem adecuado recogiéndolo por el escenario. La cosa se irá complicando más y más cuando avancemos y cada stage se llene de hándicaps para nosotros también como por ejemplo charcos o los mismos ataques de los transeúntes. Por no hablar que, obviamente, no todos los corazones robados nos darán el mismo aumento de batería…
Si queremos pasar de nivel debemos alcanzar cierta puntuación a base de cazar a estos tópicos con patas de manera incesante y acuciados por un crono que no perdona un error y que marcará la hora de nuestra muerte sin dudar. Muerte irremediable que nos obligará a comenzar el nivel de nuevo. Como antes. Como lo hacían los hombres de verdad.
Gráficamente como ya hemos dicho se trata de otro juego que tira del ahora tan de moda Pixel Art. En este caso está más que justificado porque precisamente busca evocar a esos arcades ochenteros traga pagas. La ambientación es totalmente paródica y humorística, mezcla de cartoon americano y animación flash noventera que junto a su aspecto sonoro complementa un apartado artístico solvente y directo. La BSO es realmente genial y alocada, como el título en sí. Sin duda cumple con creces.
Por si no lo he dicho Santa Clara Games son españoles. Parece que si no se habla en wachipino o algo así no se pueden hacer buenas cosas. Pues doy fe que en este caso no es así y tenemos un juego muy directo y sincero, divertido y redondo, que además es obra de unos españoles. Que hay mucho gili que sólo se acuerda de la Edad de Oro del Soft Español o de los señores esos que hicieron el último Castlevania.
Jugando HassleHeart he encontrado detalles de Wonderboy (Sega, 1986), Mikie (Konami, 1984) e incluso Pacman (Namco, 1980). Muchas referencias que no son casualidad y que hacen de esta mezcla algo realmente divertido y que huele, con amor, a añejo. ¿Qué más se puede pedir? Lo tenéis por cuatro duros en Steam, así que estáis tardando. Hombre, por dios…